La enfermera internacionalista que padeció en formas muy graves la COVID-19 y mantuvo en vilo al país, ya está de vuelta a la vida y a su hogar

La recuperación de Yaquelín, una proeza de la ciencia médica cubana. Foto: Freddy Pérez Cabrera

Yaquelín Collado Rodríguez, la enfermera villaclareña que mantuvo en vilo a sus familiares, al personal médico que la atendió y a los millones de cubanos que a diario se han preocupado por su evolución, está de vuelta a la vida y a su hogar. Fue dada de alta este viernes del hospital «Manuel Fajardo», donde estuvo ingresada durante 59 días, resultado que puede considerarse como una verdadera proeza médica.

Con el lógico agotamiento provocado por la larga estadía hospitalaria, la mayor parte de la cual permaneció en la sala de cuidados intensivos, ella tuvo fuerzas para expresar: «Agradezco haber nacido en este país. Si no fuera así, creo que no hubiera salido con vida».

Igualmente, tuvo palabras de gratitud para el personal médico de la institución y de la provincia, que día y noche se batió por su vida, hasta lograr devolverla al seno de su familia. A la vez, dio las gracias a las miles de personas que desearon su curación, enviaron mensajes de aliento a través de las redes sociales o realizaron llamadas al centro, a fin de interesarse por su situación.

Foto: Freddy Pérez Cabrera

«Llevo 33 años de enfermera, y como el resto de los trabajadores de la Salud, soy una guerrera», expresó la caibarienense, quien envió un mensaje de felicitación a los que se dedican a ese noble oficio, conminándolos a que continúen siendo solidarios con el mundo.

Por muchas razones, en su despedida hubo aplausos para ella y el personal que la atendió, y lágrimas en los rostros de hombres y mujeres por igual. Y no era para menos, porque Yaquelín ha sido uno de los casos más complejos a los que ha debido enfrentarse la ciencia médica cubana en los días de pandemia.

Ella, que enfermó de la covid-19 mientras cumplía misión en la hermana República Bolivariana de Venezuela, tuvo un largo ingreso hospitalario, incluyendo los 37 días que permaneció en la terapia intensiva en estado crítico o de gravedad; periodo en el que, por su disposición a luchar por la vida, se ganó el cariño de las más de 160 personas que intervinieron en su recuperación.

Aunque en esa institución se hace por igual con todos los pacientes, como reconoce el doctor, teniente coronel Jorge Eduardo Berrio, director del Hospital Militar «Manuel Fajardo», la batalla por salvar a Yaquelín se convirtió, para todo el colectivo, en una cuestión de honor, porque en ella se resumían la justeza y el prestigio de la Medicina cubana.

Foto: Freddy Pérez Cabrera

Por complicaciones propias de la enfermedad, la paciente debió estar asistida por un ventilador mecánico durante 30 días, lo cual, en cualquier lugar del mundo, constituye un predictor de mortalidad, narra el galeno, quien se conmueve al contar las dos ocasiones que intentaron desacoplarla del equipo y no fue posible, debido a la inestabilidad respiratoria de la enferma. También dijo de la alegría del colectivo cuando al fin pudo lograrse el objetivo.

Igual le sucede al doctor Armando Caballero López, reconocido intensivista cubano que estuvo al frente de los expertos que día a día valoraban su caso y emitían las consideraciones correspondientes: «Le tiramos con todo, con lo mejor que hay en estos momentos en Cuba y en el mundo», dice el galeno, quien recuerda la tensión vivida, en especial, aquel instante en que todos pensaban que salían adelante con Yaquelín, y entonces apareció la neumonía intrahospitalaria que mereció la aplicación una amplia gama de antibióticos de última generación.

Cuenta cómo en la enfermera de Caibarién debió realizarse tratamiento trombolítico con estreptoquinasa, siendo uno de los pocos pacientes con el virus que ha sido objeto de ese proceder en Cuba, y hasta una traqueotomía a fin de facilitar otros métodos ventilatorios durante el proceso de separación definitiva del ventilador mecánico, recordó el galeno.

Sobran razones para la felicidad de Yaquelín y la de sus familiares, así como la de intensivistas, enfermeras, expertos del territorio, laboratoristas, pantristas, auxiliares generales, dietistas y hasta los especialistas de las comunicaciones, quienes, entre todos, concretaron esta nueva proeza de la Salud cubana.

Detrás de este resultado están, como dijo una colega, las miles de horas sin dormir de mucha gente; los días enteros al lado de un microscopio, las marcas en el rostro, que duelen; la osadía de los jóvenes que hicieron de esto su guerrilla; la tristeza de los niños que hace mucho no ven a sus padres; las madres que no tuvieron abrazos el domingo que les pertenecía.

Están también los que, con o sin miedo del contagio, estuvieron junto a ella, a sabiendas de que había que salvarla de la muerte. Para orgullo de la Medicina nuestra, eso fue lo que pasó.

Granma