EL PERIODISTA FRANCÉS,THIERRY MEYSSAN, DIRECTOR DEL MEDIO DE COMUNICACIÓN DIGITAL RED VOLTAIRE.
01.05.20 – La tensión entre EEUU y
China va en escalada. El presidente Donald Trump acusa al gigante asiático de
ser responsable por la pandemia del COVID-19 y de querer entorpecer su
reelección. Desde China desmienten estas denuncias.
La acusación contra China haciéndola responsable del COVID-19 inició pocas
semanas después de detectarse el virus en la ciudad de Wuhan. De un video viral
de una joven asiática comiendo sopa de murciélago, que fue descontextualizado y
que provocó una ola xenofóbica mundial contra los chinos, se pasó a señalar a
un laboratorio bioquímico de Wuhan y a declaraciones frontales de las máximas
autoridades del Gobierno estadounidense, como lo hizo recientemente el
secretario del Departamento de Estado, Mike Pompeo.
El máximo responsable de la diplomacia estadounidense aseguró que «China
representa una amenaza para el mundo» e hizo un llamado a sus aliados a
unir presión contra el gigante asiático, tal como lo han hecho Reino Unido,
Francia, Australia, que han pedido abrir una investigación sobre el origen del
virus.
Los señalamientos contra China son repetidos a diario por dirigentes políticos
del Partido Republicano estadounidense, corporaciones mediáticas y ejecutivos
de medios como Steve Banon, ex asesor del presidente Trump y su gran amigo Guo
Wengui, un multimillonario chino que en 2014 huyó a EEUU luego de ser acusado
por la justicia china de corrupción y lavado de dinero, y que desde entonces
amenaza con acabar con el Partido Comunista de China.
Sobre este tema, Sputnik conversó con el periodista francés,Thierry Meyssan,
director del medio de comunicación digital Red Voltaire, autor de numerosos
libros, entre ellos: De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump,
Pentagate y La gran impostura.
—El presidente Donald Trump insiste en responsabilizar a China por la pandemia
del COVID-19. Él y otros dirigentes de su partido dicen que el virus salió del
laboratorio bioquímico de Wuhan. China desmiente esta acusación y el portavoz
de la cancillería China, Zhao Lijian, dijo en marzo que «es posible que los
militares de Estados Unidos hayan traído el virus a Wuhan durante su
participación en los Juegos Militares Mundiales en Wuhan en octubre
pasado» ¿A quién creerle?
—A ninguno de los dos. Cada una de las partes ve como un problema la
posibilidad de que la otra pueda aprovecharse de la situación. Es por lo tanto
lógico que cada una de las partes se plantee que el COVID-19 sea un arma de
guerra creada por la otra parte para utilizarla en su contra. Pero
evidentemente no es así ya que al COVID-19 nadie lo controla. No es un arma de
guerra.
—Pero las acusaciones contra China han ido en escalada. Primero se les acusó de
comer animales como murciélagos y provocar esta pandemia, lo que generó una
xenofobia a escala mundial. Luego se les acusó de actuar tarde y esconder
información. Ahora, el presidente Donald Trump dice que el virus salió de un
laboratorio bioquímico de Wuhan ¿Qué se busca con estas acusaciones?
—Varios consejeros del presidente Trump son miembros de un grupo surgido de la
administración de Bush hijo, que se llaman a sí mismos «Amanecer
Rojo» (Red Dawn).
El New York Times acaba de publicar varios emails de esas personas. Ese grupo,
nostálgico de la guerra fría, es visceralmente anticomunista. Ya no existe la
URSS pero China sigue siendo gobernada por el Partido Comunista. Ellos están
convencidos de que los «malvados» chinos están atacándolos con el
COVID-19. El presidente Trump los ha marginado pero las ideas de esa gente se
han introducido en el debate público.
—¿A quién le convenía una pandemia de esta magnitud que ha provocado una
conmoción mundial sin precedentes?
—A nadie. Es una enfermedad completamente natural pero sin impacto demográfico
significativo. En Francia ha matado 25.000 personas, pero el promedio de edad
de las víctimas es de 84 años (o sea, la mitad de los fallecidos tenía más de
84 años). Sin embargo, hay algunos que sí están sacando provecho de las
reacciones histéricas ante esta pandemia. El confinamiento obligatorio de toda
la población en sus domicilios, la manera como se percibe en algunos países, es
una violación grave de las libertades fundamentales, favorece a quienes
predican ideologías de control de la ciudadanía.
—En marzo, abogados de la firma estadounidense, Berman Law Group, hicieron una
demanda colectiva contra el Gobierno chino por ser responsable de la
propagación del coronavirus. Senadores estadounidenses piden no pagar la deuda
que tienen con China ¿hasta dónde podrá llegar todo esto?
—Esto nos lleva a la existencia de un grupo de presión anticomunista en Estados
Unidos. Es algo irracional, una especie de atavismo.
En todo caso, se trata de una obsesión estadounidense. Cada vez que hay un
conflicto, aparecen abogados que presentan demandas contra interlocutores de
Estados Unidos y tribunales que los condenan basándose en diferencias
ontológicas. Es algo que carece de todo sentido. Por ejemplo, los atentados del
11 de septiembre de 2001 los atribuyeron tanto al Gobierno saudita como al
Gobierno iraní. Incluso confiscaron algunos de sus fondos mientras prohibían que
esos países enviaran sus propios investigadores a Estados Unidos.
—¿Y cómo se debe interpretar que Condoleeza Rice entre en escena y diga que
«no hay que dejar que China cambie el relato sobre lo que hizo con el
COVID-19», refiriéndose a la actuación de las autoridades chinas de
entregar ayuda humanitaria a los países afectados una vez que ellos superaron
el brote en su país?
—Condoleezza Rice fue miembro de una administración que llegó a planificar una
guerra contra China para el año 2015. Ese proyecto se derrumbó cuando Estados
Unidos comprobó que la destrucción de los Estados en los países del Gran Medio
Oriente llevaría más tiempo del que habían previsto. La administración actual
es firmemente contraria a esa política, como lo ha demostrado al detener todo
el financiamiento que Estados Unidos y sus aliados aportaban al Daesh y al
permitir que Rusia, Siria e Irak destruyeran ese grupo terrorista.
—La pandemia del coronavirus estalló en China justo después de que EEUU
intentara por todas las vías acabar con ellos: aplicando una guerra comercial
arancelaria, bloqueando a Huawei en el despliegue de la plataforma 5G,
promulgando la «ley de Derechos Humanos y Democracia» en apoyo a los
manifestantes que pedían la independencia de Hong Kong, haciendo que la OTAN
declarara a China como una amenaza ¿Son todos eventos casuales, desligados unos
de otros? o ¿podrían tienen alguna relación?
—La OTAN está preparándose para expandirse hacia el Pacífico para rodear a
China aplicando la Teoría de la Contención. Ese tema no se ha discutido nunca
en el Consejo Atlántico, pero el Secretario General de la OTAN lo ha hablado
con los gobiernos de Australia, Japón y la India. Eso solo podrá concretarse a
largo plazo pero ya está en marcha.Comenzaría con la incorporación de Australia
y eso modificaría profundamente el perfil de la Alianza Atlántica. En todo
caso, es lo que se planea.
Yo considero probable que ante el cierre de varios de sus mercados y que la
OTAN apoye conflictos a lo largo de la Ruta de la Seda, China reaccione
replegándose sobre sí misma, como sucedió el siglo XV. En aquella época, China
había enviado una inmensa flota a establecer puntos comerciales en el
extranjero, pero, por diferentes razones, China se echó para atrás e incluso
hundió por voluntad propia aquella inmensa flota que había representado una
enorme inversión. No quiso verse tentada a partir nuevamente al extranjero.
China podría hacer lo mismo ahora, en el siglo XXI, considerando que Occidente
sigue siendo demasiado bárbaro. Entonces, la OTAN ya no se preocuparía por su
papel en el Mar de China.
—En medio de esta pandemia EEUU ha mantenido las sanciones contra Irán, Siria,
Cuba, Venezuela, puso precio a la cabeza del presidente Nicolás Maduro y
movilizó tropas al Caribe a pocos kilómetros de las costas venezolanas ¿para
qué se está preparando EEUU?
—El presidente Trump había dejado la cuestión de Venezuela en manos de los
neoconservadores en el Departamento de Estado. Era una manera de mantenerlos
ocupados, en vez de tenerlos como enemigos. Trump intervino cuando los
neoconservadores quisieron derrocar al presidente Maduro y les prohibió actuar
en ese sentido. Pero ahora se ha quedado sin opciones: el precio del petróleo
se ha derrumbado y la industria estadounidense del petróleo de esquisto está al
borde del abismo. Para influir en los precios, Trump tiene que hacerse con el
control del petróleo saudita y del petróleo venezolano.
En el caso de Venezuela, se preparó un plan con las antiguas potencias
imperialistas que tuvieron presencia colonial en Latinoamérica (Francia,
España, Países Bajos, Portugal y Reino Unido). Cada uno de esos países envió
buques de guerra a la región. Hubo un
enfrentamiento naval entre un guardacostas venezolano y barco espía portugués y este último acabó refugiándose en las aguas
neerlandesas de Curazao. En el último momento, el Pentágono interrumpió la
operación debido a la epidemia. La situación de Arabia Saudita no es mucho
mejor que la de Venezuela.
—¿Qué ha ganado EEUU después de este tipo de eventos que han conmocionado a la
humanidad? ¿Cómo puede cambiar el coronavirus el orden mundial?
—El 11 de septiembre de 2001 permitió iniciar la operación de destrucción de
los Estados en los países del Gran Medio Oriente. Y me refiero a todos los
Estados de la región, tanto a los enemigos como a los amigos de Washington.
Vinieron así las invasiones contra Afganistán, Irak, Libia, Siria y Yemen.
Otros Estados de la región han sufrido inicios de destrucción, como Arabia
Saudita en la región chiita de Qatif y Turquía en la región kurda de
Diyarbakir. En el plano interno –en Estados Unidos– los acontecimientos del 11
de septiembre propiciaron la adopción, de forma precipitada, de un código
antiterrorista, la PATRIOT Act, que ya estaba preparada desde mucho antes de
aquellos atentados. Ahora, el COVID-19 permite a los antiguos miembros de la
administración Bush reactivar su propia cruzada.