Desde el 21 de noviembre de 2019 Colombia está en conmoción como nunca se había visto. Ha habido tres grandes concentraciones, las del 21 y 28 de noviembre y la del 4 de diciembre, todas muy concurridas, especialmente la del 21 de noviembre. Pero al lado de estas grandes concentraciones, se han dado multitud de reuniones más pequeñas, cacerolazos, cacerolazos sinfónicos, batucadas, cumbiatones, canelazos, performances, arengas, en fin, toda una cantidad de actividades de acuerdo con el ingenio de los bogotanos y los colombianos.

Esto nadie lo esperaba, fue una irrupción súbita. Pero esto venía cultivándose por debajo de la superficie y algún día tenía que estallar, en un país con tantas desigualdades, injusticias, exclusiones, malos servicios, además de caros, corrupción, inseguridad, pobreza e instituciones en que nadie cree.

La firma del acuerdo de paz

Después de decenas de años de estar Colombia sumergida en un conflicto interno de mediana intensidad, el acuerdo firmado en 2016 es un hito en la historia de Colombia. Al presidente Juan Manuel Santos lo podemos criticar porque en lo económico siguió el modelo neoliberal, pero va a pasar a la historia porque luchó y logró firmar el acuerdo de paz con las Farc. Sus grandes contradictores, Andrés Pastrana y Ávaro Uribe Vélez se recordarán en la historia, el primero por ser el peor presidente de los siglos XX y XXI, y el segundo por ser el impulsor del paramilitarismo, los falsos positivos, las chuzadas y la persecución a los opositores.

La paz ha logrado que la gente no tenga miedo de salir a las calles porque ya no pueden acusar a los manifestantes de ser terroristas, guerrilleros, castrochavistas, o comunistas. Se le acabaron los enemigos a la derecha. Lo último que han hablado es del foro de Sao Paulo, que es una argumentación ridícula sin sentido y que nadie le ha prestado atención, excepto sus promotores.

Con el proceso de paz Colombia cambió y esto no lo ha digerido la derecha, el sistema y sus intelectuales.

Las elecciones presidenciales fueron una señal

Las elecciones presidenciales de mayo-junio de 2018 ya mostraron cambios en el electorado colombiano. Es muy diciente que por primera vez en Colombia un candidato calificado de izquierda obtuviera ocho millones de votos, a pesar de todos los cuestionamientos y ataques feroces que se le hicieron a Gustavo Petro. Por supuesto, no se puede afirmar que estos millones de votos fueran de Petro, pero si manifestaron el deseo de un cambio. En medio de la alegría del sistema, la derecha no captó el significado de esta votación.

Las elecciones regionales

El segundo escenario que mostró que algo estaba pasando en los electores colombianos, fueron las elecciones regionales del 27 de octubre de 2019.

En un análisis que he realizado de las elecciones para alcaldes, asambleas, el concejo de Bogotá y la alcaldía, se ve muy claro el cambio en la composición de los votos por partidos. El análisis de las asambleas permite ver el papel de los partidos, lo que no ocurre en las elecciones para concejos por la dispersión de votos entre partidos, movimientos, coaliciones y candidaturas por firmas.

Para las asambleas, se concluye que hay evidentemente un rechazo a los partidos tradicionales que está dado por los 8 245 716 de votos de fuerzas alternativas (progresistas de centro, centro izquierda, izquierda y religiosos), otras coaliciones progresistas y votos en blanco, incluyendo a Bogotá, equivalente al 44,47% del total nacional de la votación para asambleas departamentales y concejo de Bogotá. Pero también de rechazo a todo tipo de partido al considerar los 3 093 967 votos en blanco.

En alcaldías, las fuerzas alternativas, solas o en coalición entre ellas ganaron 155 alcaldías, de las cuales 129 directamente y 26 en coaliciones. Estas fuerzas obtuvieron 6 697 967 votos, que representan el 53,58% del total de los votos por alcaldes elegidos, una cifra impresionante.

En efecto, se dieron triunfos en alcaldías y en muchos municipios intermedios y pequeños de candidatos alejados de los partidos tradicionales. Muy relevantes fueron los triunfos de Bogotá, Cali, Medellín, Bucaramanga, Cartagena, Villavicencio, Santa Marta, Barrancabermeja, Palmira, Zarzal, Maicao, Jamundí, Facatativá, Aguachica, Pamplona y Mompós, entre las más relevantes. Igualmente, a nivel de concejales y diputados.

El ambiente mundial

A nivel mundial hay un renacer de las luchas populares contra las políticas de los gobiernos. Se han producidos movimientos de protesta en Argelia, Egipto, Túnez, Irak, Líbano, Cataluña, Francia, Ecuador, Chile, Argentina, Haití, Puerto Rico, Honduras, Costa Rica, que indudablemente son una caja de resonancia que se expande por todo el mundo.

La globalización del capitalismo, el desarrollo de las redes sociales y la internacionalización, han producido también la internacionalización de las luchas populares. A la unidad del capitalismo surge la unidad mundial de las luchas de los explotados del mundo. Lo que ocurre en un determinado país influye en el resto de los países. Las influencias son mundiales. Hablar de interferencias foráneas no tiene sentido cuando desde las redes un colombiano puede opinar sobre lo que ocurre en Chile e influir.

El paro de 21 de noviembre de 2019

Llegamos al paro del 21 de noviembre que fue apoteósico por los miles de colombianos que salieron las calles. En Bogotá fácilmente se pueden contabilizar 500 000 bogotanos. Es ridícula las fuentes que hablan de solamente 207 000 manifestantes en todo el país, que lo repite el uribista Alfredo Rangel para tratar de minimizar el paro y decir que es una minoría la que se está manifestando. Rangel, como muchos otros es ciego a la realidad.  Fue un paro en que participaron personas de todos los estratos y clases de la sociedad colombiana. Fue multiclasista, multipartidista, con la presencia de jóvenes, indígenas, afros, Lgtb, ambientalistas, animalistas, feministas, artistas, deportistas, docentes, jueces, médicos, profesionales, reinas de belleza, cantantes, intelectuales.

Fue un despertar de tantos deseos reprimidos. Yo diría que, de 200 años, desde la independencia de España, ya que sabemos que este proceso lo condujeron los criollos burócratas, abogados, terratenientes y comerciantes. Fue un movimiento de liberación nacional conducido por la clase dirigente criolla para su beneficio e intereses particulares. Excepto unos períodos cortos de insurgencia como en la época radical y en los gobiernos de López Pumarejo, siempre el poder ha estado en manos de los poderosos y de la derecha. Son más de 200 o más años de exclusión, de corrupción, de guerras, de asesinatos, de poder terrateniente y de exclusión que se ha despertado con estas jornadas, muy tarde, por supuesto, pero por fin llegó el despertar.

Lo sorprendente es que la agitación continuó en los días siguientes al 21de noviembre con diferentes acciones. Vino la concentración nacional del 28 de noviembre con motivo del asesinato del joven Dilan Cruz por el Esmad. Luego el paro del 4 de diciembre, multitudinario como el del 21 de noviembre, pero menos numeroso. Y siguen los eventos programados hasta el 10 de diciembre, es decir, para un período de veinte días, inusitado en Colombia.

Ya Colombia es diferente y tendrán que darse cambios. Pero parece que la clase dirigente colombiana, la política y la empresarial, no ha digerido lo que está ocurriendo. Aprobar una reforma tributaria que todo el mundo critica, crear un holding financiero, dos temas de las protestas, es una burla a los millones de colombianos insatisfechos. Sí, serán triunfos de corto plazo, pero la insatisfacción popular no la para nadie y las consecuencias se verán en las elecciones de 2022. Hoy la clase dirigente colombiana está ciega, está jugando con candela. No entiende a Colombia, se quedó en la época de la lucha contra las Farc, en la época de la guerra fría, en la época de la política de la seguridad interna.

La lucha contra el modelo neoliberal

Todas las reivindicaciones de los movimientos que se están dando en el mundo tienen un denominador común: la lucha contra el modelo neoliberal, la lucha contra una globalización neoliberal que solamente favorece a las empresas y los ultras ricos. Las reivindicaciones casi son iguales en todos los países. No necesariamente las diferentes capas de la sociedad que se están expresando en esas revueltas están gritando abajo el neoliberalismo, pero sus demandas, sus críticas, expresan en la realidad una crítica al modelo globalizador neoliberal.

Dentro de este escenario mundial, lo que está ocurriendo en Colombia forma parte de esta tormenta. Nuestros problemas son similares a los de los demás países. Como todos estamos sujetos al modelo neoliberal, las luchas convergen en todas partes, con diferencias, por supuesto, teniendo en cuenta especificidades locales. Así, en Colombia peleamos por la paz, porque se cumplan los acuerdos firmados, porque se negocie con el ELN, lo que no se da en otros países.

El diálogo nacional

Como resultado del paro del 21 de noviembre el presidente de la República llamó a un supuesto dialogo nacional y fijó seis temas de discusión. No dijo en su alocución que iban a existir conversaciones directas con el Comité del Paro, sino que sus miembros se integraran en las seis comisiones. Es decir, formar parte de una montonera. Nunca habló de concertación que es muy diferente a dialogar.

El Presidente Duque hablaba de un dialogo nacional, estrategia utilizada por el presidente de Francia Enmanuel Macron para enfrentar a los chalecos amarillos. Pero hay una diferencia fundamental, Macron aceptó suspender el incremento en el precio de los combustibles que fue lo que prendió el paro. La idea del diálogo nacional era debilitar a los chalecos amarillos y que el tiempo los fuera debilitando, pero aceptó otros cambios menores.

En Colombia, al contrario, el presidente Duque no quiere nada con el Comité del Paro, su idea es la debilitarlo y dejar pasar el tiempo para que supuestamente el movimiento se vaya acabando y él no cambia nada importante. Pero hay una diferencia significativa con los Chalecos Amarillos, ya que estos no representaban a toda la población francesa.  Y a pesar de esto Macron cedió.

En Colombia el movimiento es muy amplio y cubre a todas las clases y sectores sociales, así que Duque y sus asesores y empresarios andan muy equivocados con su estrategia de tomadura del pelo y de realizar diálogos sin sustancia y sin deseos de realmente producir cambios sino de ver como el movimiento desaparece.

Que no quiere negociar el gobierno, se muestra en dos hechos. El 24 de noviembre publicaron el decreto creando el holding financiero, uno de los puntos del paro y el 3 de diciembre, un día antes del paro, las comisiones del senado y el congreso aprobaron la reforma tributaria.  Son dos bofetadas que muestran que al sistema no le importan las reivindicaciones del Comité del Paro y de los reclamos de millones de ciudadanos que demandan un cambio del modelo neoliberal. Es la arrogancia de una derecha radical que no quiere ceder en nada. Que diferencia con Macron en Francia, Piñera en Chile, Lenin Moreno en Ecuador, Irak en que se fue el primer ministro, Líbano en que renunció también el primer ministro, Puerto Rico donde el presidente abandonó el poder.

El sistema basó su estrategia de que, en la época navideña, con las fiestas y las vacaciones, con los estudiantes y profesores por fuera, todo se acababa. Qué error tan grande de apreciación. Esto seguirá después del 21 de enero y nada se calmará hasta que el gobierno negocie. No entienden lo que está ocurriendo en el país, y, además, a partir del primero de enero, en las capitales se tienen alcaldes progresistas en muchas partes. En Bogotá ya no estará Enrique Peñalosa sino Claudia López, en Cali se va Mauricio Armitage y entra Jorge Iván Ospina, en Medellín se posesiona Daniel Quintero y sale Federico Gutiérrez y en otros 152 municipios habrá nuevos alcaldes de fuerzas alternativas e independientes.

El país ha cambiado, esto es una gran noticia.

Diego Otero Prada

Foto tomada de: Vanguardia.com